Reflexión de una maestra

En esta cuarta semana de confinamiento, me gustaría compartir con todos/as, como me siento como maestra.

Pues bien, me siento mal, me siento frustrada, incomprendida…Pero también contenta, orgullosa… Si todavía seguís leyendo, es porque os preguntaréis el porqué de este batiburrillo de emociones.

El motivo es que mi trabajo no es solo mandar deberes, juegos, explicar cuentos… Mi trabajo, MAESTRA, va más allá. Ser maestra es dar los buenos días con una sonrisa, un abrazo, un guiño y en esos segundos analizar cómo está el niño/a, si está blandito/a pues le cogemos en brazos, les mimamos, con otros hablamos. Jugamos con ellos construyendo torres, barcos, ayudándoles a disfrazarse, compartimos historias, risas e incluso lágrimas.

Ser maestra, es coger la mano de esa madre o padre preocupado o preocupada, coger del brazo a aquel padre o madre que piensa que no tiene fuerzas y que se da por vencido o vencida y hacerle ver lo maravilloso/a que es su hijo/a diciéndole las mil y una cosas que hace bien.

Ser maestra va más allá de explicar la lección del día y dejarles que trabajen la actividad correspondiente. Vamos niños por niño ayudándole en aquello que le cueste, a los que terminan rápido, los retamos para que vayan un poco más allá, a los que se sienten inseguros les damos la seguridad que necesitan para que se lancen.

Ser maestra, es ESTAR, ACOMPAÑAR a los niños/ niñas y a las familias.

Ahora, al estar confinados en casa, nos vemos obligados a tener este contacto a través de una pantalla, y termino la sesión contenta, de ver a todos/as tan felices a pesar de estar encerrados durante tanto tiempo. Y orgullosa de ver lo bien que lo llevan y de las mil cosas que están haciendo utilizando al máximo la creatividad. Y es que los niños y niñas lo que más les hace ser felices es compartir tiempo de calidad con sus padres.

Pero… ¿dónde quedan los abrazos, las caricias, los choques de manos, la observación directa mientras trabajan para detectar fallos, dificultades? ¿cómo les consolamos cuando están tristes o se sienten mal por algo, dónde quedan esas celebraciones cuando conseguimos algo, cómo damos ese golpecito en el hombro o sacamos una sonrisa a aquella madre o padre que lo necesita…?

Me falta, en mi opinión, la parte más importante de mi profesión, la parte más bonita de SER MAESTRA.

Como dijo María Teresa de Calcuta “No siempre podemos hacer grandes cosas, pero sí podemos hacer cosas pequeñas con gran amor”. No podemos hacer todo lo que nos gustaría, no podemos ser las grandes maestras que nos gustaría ser, pero os aseguro que lo que hacemos, lo hacemos con mucho amor.

¡Un abrazo muy fuerte familias!

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